“Muchos son los buenos, si se da crédito a los testigos; pocos, si se toma declaración a su conciencia.” – Francisco de Quevedo.
He estado posponiendo la presente entrada por bastante tiempo ya, y creo que es justo y necesario subirla hoy. Pedí como reto a algunos escogidos incautos, que me dieran el título de una entrada y sobre eso escribiría. El buen Myke fue el ganador (y único participante), así que heme aquí: “Quien soy yo?”.
Pero no abandonen este post, les prometo que no voy a escribir sobre mí.
Cuando vi el tema sugerido lo primerito que se me vino a la mente fue la canción “Who am I” (Quien soy yo) del personaje de Jean Valjean en el musical de Los Miserables. Mi parte favorita de la obra escrita de Los Miserables, es precisamente aquella en la que Valjean lucha con su conciencia (Cap. 3 del Libro 7) para decidir si condenar a un hombre injustamente para salvarse a sí mismo o no.
Y por esto hoy quiero escribir y resaltar en esta entrada lo siguiente:
La consciencia juega un papel importante en la historia de cada uno de nosotros.
Considero que nuestra conciencia define en gran manera el “Quien Soy Yo” de cada uno de nosotros. Y de aquí te hago dos preguntas. Que tan seguido haces caso omiso a tu conciencia? Te has puesto alguna vez a pensar si tu conciencia está entrenada o atrofiada? No hablo del estado de conciencia mental discutida en el ámbito psicológico, sino de aquella “voz” que te da el sentido del bien y el mal, aquella voz que te da la habilidad de ver hacia atrás y juzgar tu propia conducta moral, aquella voz que te excusa o te acusa.
El ser humano, aun cuando no ha recibido ningún tipo educación religiosa o moral, tiene una habilidad innata de distinguir lo correcto de lo incorrecto. Es la consciencia la que nos provee una guía o nos advierte cautela en la toma de decisiones. Sin embargo, es como un instrumento musical que requiere ser afinado con el tiempo, ya que elementos externos pueden afectarla. La conciencia puede ser influenciada por nuestra crianza, costumbres locales, creencias y el ambiente que nos rodea. Pero creo que aun así depende en gran manera de uno mismo el que permitamos que nuestra conciencia se vuelva una membrana permeable o impermeable.
Teniendo lo anterior en mente, me pregunto qué tan poderosa o importante puede resultar la conciencia.
Hace 75 años, fue el inicio de la II Guerra Mundial. En la escuela nos enseñan el cómo y cuándo del inicio y final de esta guerra, los participantes, algunas batallas, el número de pérdidas humanas, y se hace referencia al Holocausto Nazi como simple parte del conflicto. Así como aprendes sobre la Revolución Francesa, o sobre la Inquisición, aprendes sobre la II Guerra Mundial, como un dato histórico más que agregar a nuestros conocimientos académicos.
Creo que la educación determina el desarrollo del ser humano en todo aspecto. Me disculparan si mi siguiente comentario suena idealista pero si nuestra educación fuera, aunque sea una pequeña parte, dedicada a la “concientización”, este planeta, nuestro país, nuestra ciudad, sería un mejor lugar para vivir. Nuestra sociedad podría ser considerada como “civilizada” ahora si con todo el sentido de la palabra.
Últimamente está de moda la “concientización ambiental”, y ahora muchos de nosotros la pensamos dos veces antes de tirar basura en la calle, o ya hacemos lo necesario para separar nuestros desperdicios y reciclar, o evitamos usar bolsas de plástico para el mandado, o compramos productos “eco-amigables”, así mismo deberíamos poner de moda la “concientización para el respeto al prójimo”. Y no digo “amor al prójimo” porque cuando hablamos de “amor” habrá quienes digan que no puedes amar a un desconocido. Si bien difiero en lo anterior, creo que “respeto al prójimo” sería lo mínimo que podemos ofrecer como seres humanos.
Pero para ofrecer este respeto o amor al prójimo necesitamos CONCIENCIA de lo que esto significa. Volviendo al ejemplo de la II Guerra Mundial, si en la escuela no solamente aprendiéramos sobre los hechos y datos numéricos del evento, sino también aprendiéramos sobre el efecto de la guerra en el ser humano, y entrenáramos nuestra conciencia en base a la piedad, la bondad y la misericordia, entenderíamos que no habría guerras sin adeptos. Si algún loco como Hitler surgiera en nuestra nación o en cualquier otra, nadie lo seguiría si estuviéramos versados en los valores universales y pusiéramos el respeto o amor al prójimo en primer lugar. Sin seguidores no hay Poder. Pero este es solo un ideal a considerar, una utopía que menciono con el propósito de dar preponderancia a la Buena Conciencia.
A nivel personal, es fundamental que prestemos atención a nuestra conciencia, si queremos que esta nos ayude. Es tan importante como cuando hacemos caso inmediato al momento en que se prende la luz del combustible de nuestro automóvil. Puede que sigamos andando un rato con la luz, pero sabemos que si no ponemos combustible el auto dejara de funcionar. De igual manera, nuestra conciencia, nuestra voz interior, puede advertirnos de que cierto comportamiento es malo o puede guiarnos hacia la mejor decisión. Prestarle atención no solo nos libra de las malas consecuencias de la acción impropia, sino que también permite que nuestra conciencia siga funcionando como es debido.
Y aquí voy con otra comparación, ya saben que me encantan las analogías. Qué pasaría si pasáramos por alto las advertencias que nos da la conciencia? Sería como cuando traes unos zapatos apretados, te calan y lastiman en un principio, pero si continuas usándolos a pesar de la molestia, la parte lastimada se convierte en callo y esa piel se insensibiliza. La insensibilidad de la nuestra conciencia es la consecuencia de reprimirla. La conciencia que ha quedado así de endurecida ya no reacciona ante alguna amenaza a nuestra moralidad, ni funciona como una dirección certera para tomar un camino que tiene rutas alternas.
Recapitulando: Una buena conciencia exige de “esfuerzo y dedicación” constante. Para que esta sea una guía confiable, hay que educarla debidamente, de modo que distinga lo bueno de lo malo. Además, es preciso escucharla y responder a su dirección. Porque finalmente eso es lo que somos, la calidad de nuestra conciencia.
Yo soy mi conciencia. Y tú?
Lisa Athos
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