martes, 25 de febrero de 2014

Rehabilitación del "Hipsterdom" Literario


Amo leer. No solo amo la lectura de libros, ebooks, revistas y blogs. Puedo disfrutar leyendo desde un pequeño artículo en la caja del cereal, o las recomendaciones en una botella de champú, hasta los instructivos de aparatos o los anuncios publicitarios. Pero cuando se trata de obras de ficción debo confesar que estoy en proceso de rehabilitación.

Hace poco leí un artículo en Book Riot sobre un lector que solo buscaba impresionar a la gente con su conocimiento de libros. El autor del post utiliza la expresión “Literary Hipsterdom”, y me di cuenta que yo figuraba en una situación similar.

Antes de entrar a la universidad solía devorar libros como si no hubiese mañana. Leer 2 o 3 libros a la semana era pan comido. Hasta que un amigo retó mis habilidades lectoras criticando el hecho de que lo único que yo leía eran libros “bestsellers” lo que para él era sinónimo de lectura fácil y sin real contenido literario. Le parecía curioso que entre los tantos libros que leía, no incluyera obras clásicas, o autores renombrados. Afortunadamente acepté su reto y en la universidad me la pase leyendo los grandes clásicos y múltiples libros galardonados, no solamente de la literatura hispanoamericana, sino de todo el mundo. Algunos libros los leí en dos idiomas, en inglés o francés y su traducción al español. Aprendí a valorar y diferenciar los libros que antes leía y los que después demandaban mi atención. 

Sin embargo, pronto comencé a leer autores no tan conocidos, e inicie una búsqueda de libros que yo pudiera amar sin la necesidad de hacer caso a la recomendación de alguien más, obras que no mucha gente conociera.Llegué a vanagloriarme de haber leído a ciertos autores por pura vanidad y a mostrar desprecio hacia otros en los que anteriormente me deleitaba. Pero pronto la lectura dejo de ser un disfrute y se convirtió más bien en una tarea tediosa hasta que terminé por leer un libro cada dos meses o incluso más. Fue tal la degradación, que inicie a adquirir libros sin realmente tener el deseo de leerlos… solo por poseerlos. Tengo fácilmente en mi “biblioteca” (física y digital) unos 20 a 30 libros que ni siquiera he hojeado, y que siendo sinceros, probablemente nunca lo haré.

Y que si quiero leer a Stephanie Meyer,  Paulo Coelho, John Green o Gillian Flynn. Y que si pueda sonar escandaloso que decida leer a Norah Roberts, a Nicholas Sparks o a Danielle Steele. No por eso voy a dejar de leer a Faulkner, Saramago, Benedetti, Proust o incluso Rand. Ni dejar de lado mi fandom por Tolkien, RR Martin y J. Benítez. No discuto que puedan ser comparables. Ni tantito, estoy consciente de ello. Pero a veces estas en el humor de leer algo más ligero y más entretenido.  A veces quieres algo que permita que tu mente divague. A veces quieres algo fantástico fuera de este mundo. A veces quieres algo más espiritual. Y a veces quieres algo que haga que tus neuronas se activen. Entonces, porque limitarse?



Aquí les va otra alegoría de risión (Si… risión). El espresso y el cappuccino son dos bebidas completamente diferentes basadas en el elixir de los Dioses (según yo), el café. Yo tomo un cappuccino cuando se me antoja algo suave, cremoso y reconfortante. Y un espresso cuando anhelo algo energético, aturdidor y vigorizante. Puedo expresar mi devoción por ambos sin sentir que quedaré mal con uno u otro por hacerlo.

De ahora en adelante haré precisamente lo mismo en cuanto a los libros. Y animo a los presentes lectores a unirse a la rebelión literaria. Toma el libro que te late en el momento. Deja todo prejuicio, escrúpulo o paradigma en el armario. Y lee.

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Myke:

Creo que aun estas en etapa de negación. Disculparás que no CREA por completo tu teoría de la “extrañación” (si, así le voy a decir), pero tengo la ligera impresión de que a pesar de tus arduas consultas de la palabra “extrañar”, tu “dramatismo” como dices tú, no te ha permitido ver el significado de la palabra en su más amplio sentido.

Para extrañar a alguien no hace falta añorar su presencia, o deprimirse porque no está, o caer en la nostalgia, o en el ensueño de volver a estar al lado de la persona. Si bien, todo lo anterior forma parte de, no necesariamente tiene que ser así. Es como una enfermedad, no te tienen que dar todos los síntomas para que pueda ser catalogada como tal.

El simple hecho de recordar a una persona en una determinada situación es extrañarla. Al decir: “Fulanita, en esta u otra ocasión hubiera dicho o hecho esto…” eso es extrañarla. Porque a pesar de que no llores, o te aflijas porque no está, la recuerdas. Cuando nos platicas de tu amigo Zutanito, lo estás extrañando, son anécdotas que para ti son significantes y aunque no te cortes las venas por no verlo seguido, recuerdas los buenos momentos y eso… eso es extrañar.

Pero buen el punto es, que no deberías cerrarte a decir que NO está en ti extrañar a la gente. Eso es todo. Porque por muy “frio” que creas que es tu corazón, la verdad de las cosas es que sí lo haces, a tu manera, pero lo haces.

Yo extraño a Rebecca y tú también. Ya lo dije por ti, no te me enojes.
(Verán, Rebeca por razones vocacionales se fue a estudiar un año fuera del país y aunque Myke siga contra-diciéndolo, sí la extrañamos los dos. Que si fue la escritura, que si fue el chocolate, que si fue el vino, o la comida gourmet aquello que nos unió a los tres, tal como lo dice la descripción de este blog, es algo debatible. Rebecca es el común denominador de los tres. Myke y yo no seriamos amigos si no fuera por ella).
C’est comme ça.

Espero leerlos pronto.

Lisa

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