viernes, 24 de julio de 2015

Lo Esencial es Invisible a los Ojos.


Hace un mes vino Papá a visitarme a mi nuevo lugar de residencia y me hizo una pregunta, que después me hizo reflexionar algunas cosas. “Qué es lo que más extrañas de tu país?”. Yo le respondí que mi automóvil era lo que “más falta me hacía”.


En primer instancia parece una respuesta de alguien muy superficial. Habrá quien se pregunte cómo es posible que lo que más me hace falta después de vivir 6 meses fuera de mi país, sea mi auto. La verdad de las cosas, es que si es una respuesta bastante egoísta. Sin embargo, no es la primera vez que estoy lejos de “casa” y definitivamente extraño a mi familia, amigos, la comida y mi entorno conocido. Pero como ya había pasado por un proceso de adaptación a la falta de lo anterior hace años, ya más o menos me se el camino hacia el ajuste de esa parte de mi vida.


Lo que ultimamente mas me molestaba y daba dolores de cabeza es el transporte público. Y vaya que el transporte aquí está decentemente bien planeado y aunque los horarios no son tan puntuales como en Londres, son suficientemente precisos. Pero todos estos meses me la habia pasado lloriqueando porque tengo que viajar 40 minutos a la escuela y 50 minutos al trabajo, porque a veces el camión va muy lleno y no se para, porque el metro a la hora pico apesta, porque no puedo usar tacones, porque esto y porque aquello. Lloriqueo, lloriqueo, lloriqueo.


Me di cuenta que mis emociones estaban dependiendo de poseer algo externo. La falta de mi automóvil me hacía sentir infeliz y desequilibrada.


Y me acordé de la bella frase de El Principito: “Lo esencial es invisible a los ojos”.




Tendemos a crear deseos en lo superficial, lo transitorio, lo trivial; porque olvidamos explorar y descubrir el encanto y la grandiosidad de nuestro mundo interior.


Desde que llegamos a este mundo nos aferramos a aquello que creemos que nos pertenece, que si los juguetes, que si la ropa, que si el cuarto… y conforme crecemos la situación se agrava. Creemos que somos lo que tenemos, un automóvil, ropa de marca, la pareja perfecta, los mejores amigos, un buen puesto en el trabajo, una casa, etc. Y así nos dibujamos esa imagen de que lo que vamos adquiriendo es indispensable, puesto que nos hemos esforzado arduamente para conseguirlo. Y terminamos por caer en el error de que ser felices depende de lo que tengamos o de que nos quiten lo que tenemos.


Pero si mi persona depende de todo aquello a lo que estoy aferrada, qué sucedería si lo perdiera? Dejaría de ser yo? Perdería mi valor? Pasaría a ser nadie? Me perderia a mi misma. Cuando nos desconectamos de nuestro corazón y nos apegamos a lo exterior, olvidamos la inspiración, la libertad y la armonía.


No hace mucho se me daño la memoria de mi cámara donde tenía fotos y vídeos de meses y me invadió la tristeza y el enojo por la impotencia de hacer algo al respecto. Y ahora que veo hacia atrás, entiendo que era solo una superficialidad, algo que va y viene. Me tengo a mi misma, a mis recuerdos y mis experiencias. Y si me aferro a las fotos que perdí, minimizo lo que es realmente importante.


Tengo familiares que no entienden la razón por la cual decidí vivir en otro país. Y me pregunto, porque tengo que vivir en el mismo lugar donde nací? Que me evita querer volar y ser libre para elegir donde vivir? No somos de un lugar exclusivo. Podemos sentirnos “en casa” en cualquier país o ciudad. El mundo es para nosotros! Lo primordial es que nosotros seamos felices y tengamos paz interior en cualquier momento o lugar.


De momento no tengo un automóvil, pero en vez de lloriquear, lo mejor que puedo hacer es sacar provecho de la situación. Me leo un libro, hago una lista de música olvidada, observo a la gente en su día cotidiano, me maravillo del cambio de las estaciones por la ventana y porque no, disfruto del trayecto.


Todo en esta vida es pasajero. Llegamos al mundo sin nada y así mismo nos iremos cuando nos vayamos a la tumba. Nada de lo que poseemos es indispensable, ni siquiera las relaciones humanas. Podemos disfrutar de lo que tenemos en el momento, pero debemos entender que si por alguna razón esto desaparece, la vida continua puesto que estamos en movimiento y que el cambio es certero para todo.


Demos valor a las cosas y a las situaciones, disfrutemos de ellas, pero cerremos el círculo y así cuando dejen de ser parte de nuestras vidas para así recibir con los brazos abiertos a nuevas oportunidades. No dependemos de lo que tenemos. Somos mucho más que eso, porque “lo esencial es invisible a los ojos”.

- Lisa Athos

sábado, 24 de enero de 2015

... Candil de la Calle??





Dicen por ahí, que lo que más detestas de una persona es lo que más niegas en ti mismo. Y no se si afortunada o desafortunadamente me he dado cuenta que ese dicho es verdadero.


Frecuentemente me he quejado de no entender a las personas que dicen una cosa y hacen otra: predican el amor y actúan con desamor, aconsejan el perdón y viven en el rencor, recomiendan la valentía y el valor pero cobardemente se esconden. Y/o bajandolo a términos más entendibles: dentistas con dientes podridos, bariatras obesos, policías corruptos,  psicólogos en prozac, periodistas sin voz, guías religiosos sin espiritualidad, científicos que ocultan el avance tecnológico, etc.
Se acuerdan de la última entrada que escribí? 
Hace poco menos de un mes salí de México a al extranjero y estaré fuera por un par de años. No les cuento los detalles, simplemente digamos que al fin tome la decisión de seguir uno de mis sueños. Bueno, pues recordarán el choro mareador del Mal del Foráneo. Y que creen? A pesar de NO ser mi primer experiencia internacional, no estoy segura que el “Tratamiento” me ayudara a evolucionar y reducir cada uno de los aspectos del “Cuadro Clínico”. Y me temo que me vi muy segura de mi misma cuando quise “compartirles mis consejos” en base a mi experiencia y ahora me veo envuelta en una lucha entre el dejarme llevar por el Mal el Foráneo o pelear hasta lograr salir pero por el único motivo de vergonzosamente reconocer haberlo subestimado.
Siendo sincera este conflicto interno no se ha remitido solamente al Mal del Foráneo. Mis últimas decisiones me han llevado a cuestionarme si “estoy en edad” para andar en estos trotes, a preguntarme si no habría valido la pena “demorar mi felicidad” para hacer lo que todo mundo hace, a “culpar a todos menos a mi” de esta sensación de inseguridad, a querer “cumplir las expectativas” de los demás creyendo que son mejores que las que yo pueda tener de mi misma, a pensar que “amigos van y amigos vienen” y que no debería preocuparme por extrañarlos tanto, a olvidar que para amar “se empieza por uno mismo” y que por mucho que pregunte la gente mi presente “elección de estar soltera” no le incumbe a nadie más que a mi, a esperar que la gente me “entienda” por arte de magia sin hacer uso de la palabra. Notaron el común denominador de lo anterior? Escribo sobre cosas que yo misma no he logrado superar. Digamos que se que la receta para mi pastel es en horno pero insisto en meterlo al microondas.

Oscuridad de tu casa, candil de la calle?

No es fácil predicar con el ejemplo. Y si bien ir por la vida descaradamente diciendo que hacer o qué pensar sin siquiera hacer el intento de eso mismo hacer o pensar puede ser catalogado como hipocresía pura, creo que si hay que cuidar aquello de lo que “nos jactamos” de hacer y o pensar. Si nuestro objetivo es llegar al corazón de alguna persona, o hacerla reflexionar sobre algún punto  la mejor manera de hacerlo es siendo sinceros con lo que “predicamos”. 
Sin embargo, hay que reconocer que ser infalibles es imposible. Y es importante admitir y aceptar que aunque no podemos ser Masters en ningún tema, porque siempre habrá cupo para la imperfección, es factible desear que aquellos que son Masters para otros temas se beneficien de lo que nosotros podamos impartir y aconsejar. Y vaya en conclusión he llegado a entender que nuestras acciones no deben volverse una pantomima, hay que guerrear por ser auténticos y francos con nosotros mismos y con los demás.



domingo, 9 de noviembre de 2014

El Mal del Foráneo: Recíbelo y luego déjalo ir.



Hace unas semanas le estaba dando un “discurso” a Rebecca sobre la importancia del “aquí y el ahora”, del saber aprovechar al máximo su tiempo en el extranjero. (Si quieren saber sobre Rebecca denle clic AQUI, pero léanme primero… ja ja).

Me di cuenta que mis palabras y consejos en realidad poco aplicaban a su caso, porque si hay alguien que ha sabido escurrir hasta la última gota de aprendizaje a su experiencia internacional, esa ha sido Rebecca. Pero supuse que algunas de mis recomendaciones y sugerencias basadas en mi experiencia podrían ser útiles a alguien y heme aquí.

Son muchas los aprendizajes y enseñanzas que recibimos cuando nos vamos a vivir al extranjero, pero NO es de eso de lo que quiero escribirles. Puedo recomendarles esta publicación que habla un poquito mas al respecto. Pero yo más bien quiero platicarles sobre una situación a la que he decidido llamar “El Mal del Foráneo”.

Si te vas a ir a otro país, a estudiar, a trabajar, a viajar o si en este momento te encuentras viviendo fuera de tu país natal, es muy posible que te veas afectado por “El Mal del Foráneo”. Como para una enfermedad común, hay una Etiología, un Cuadro Clínico, un Diagnostico, Evolución, y Tratamiento. (Obviamente no soy médico, ni pretend serlo, pero no me pude resistir a hacer una analogía de esta manera).

 
ETIOLOGIA (Causa)

-Adaptación de la persona a un nuevo ambiente, cultura, idioma, gente.

 
CUADRO CLINICO (Síntomas y/o Signos de la Enfermedad)
  • Quejarte y criticar aquello a lo que los extranjeros llaman “comida mexicana”.
  • Cantar “Cielito Lindo” y “México Lindo” cuando te tomas una copa de más (o nomas porque sí).
  • Añorar tus platillos favoritos. Que si los tacos callejeros, que el pozole, que las tortillas, que las salsas que si pican, que el guacamole, que los platillos elaborados (aun si en tu país los comes una vez al año).
  • Defender y poner en alto tu país, nada supera tu México (a pesar de que en tu país te la pasabas quejándote y criticando la política, la educación, la cultura, la economía, la gente, etc)
  • Sufrir por la diferencia de precios. Como es posible que los limones cuesten 4 x 2Euros? Ni cuando estaba “caro” el limón, estaba tanto así. Y aun así comprarlos porque las limas simplemente no son lo mismo.
  • Hacer “migas” con los Latinos o Iberos que te encuentres. Más aún si vives en un lugar donde es raro encontrarte con alguien que hable tu idioma.
  • Aprender las “malas palabras” del país.
  • Juntarte con tus paisanos a ver partidos de la selección de tu país (a pesar de que nunca te han gustado los deportes).
  • Querer ligar con extranjeros.
  • Intentar expresar algo abstracto y claudicar porque en el nuevo idioma no sabes cómo se dice.
  • Sufrir ataques de nostalgia y “mamitis”.
  • Extrañar exageradamente a tu familia y amigos en casa.
 
Solo por mencionar algunos de muchos diferentes que dependen de cada persona para ser manifestados. A lo mejor algunos de los anteriores solo aplican a los Mexicanos, pero los demás, entenderán el concepto general de la idea que trato de transmitir. Estos “síntomas” del “Mal del Foráneo” son experimentados en el proceso de adaptación al nuevo ambiente en el que se encuentran. Algunos positivos algunos negativos, pero son “parte del show”.




EVOLUCION

Se espera que el “Mal del Foráneo” dure los primeros meses, y que los síntomas vayan disminuyendo con el tiempo. De vez en cuando la persona tiene un episodio y recae y en ocasiones meses después puede presentar alguno de los síntomas mencionados muy esporádicamente.

 
TRATAMIENTO

Resignación, aceptación, adecuación y aprobación.
  • Resignarse a que estas en un país diferente. Generalmente fue por elección y decisión personal. #pospaquesufro.
  • Aceptar y tolerar las diferencias.
  • Adecuarse al nuevo ambiente y hacer los cambios correspondientes, tanto de actitud como de la visión del nuevo país.
  • Aprobar y recibir con los brazos abiertos todo lo que puedas aprender de esta experiencia, de la gente, de la cultura, de todo aquello que pudiste en una ocasión haber llamado “extraño”.

 Cuando no admites este tratamiento, la enfermedad aguda se convierte en crónica, y la evolución del mal es nula por haberte quedado ciclado en la fase sintomática de la enfermedad. 

 
PRONOSTICO SIN TRATAMIENTO

*Regresar a tu país de origen con la misma visión con la que te fuiste.

*Reconocimiento geográfico de turista.

*Muchos amigos foráneos como tú, pero pocos amigos “oriundos” del país.

*Pobre aprendizaje del nuevo idioma (ya te sabes las malas palabras, pero desafortunadamente es lo único que te sabes).

*Seguir #sufriendocomoprecious por las disparidades entre culturas.

*Perder la gran oportunidad de tener un cambio radical en tu vida.

 
 
 
 
 
“El Mal del Foráneo” es algo inevitable, forma parte de la experiencia internacional.  Pero mi querido Foráneo, no te dejes consumir por este mal!  Como le dije a Rebecca: Disfruta el aquí y el ahora. Puede ser que extrañes cosas tan sencillas como unos tacos, o una nieve con cajeta, o incluso no solamente la comida, sino aquellas comodidades con las que contabas en tu país de origen, o quiza creas que te hace falta tu familia o amigos, o te resulta difícil acoplarte al nuevo entorno, pero cuando añoras esas cosas o te inundas en la melancolía o cuando te dejas influenciar por la rutina del día a día por que se te hace más fácil que tantear algo nuevo, relegas la significancia de disfrutar lo que tienes en el presente y dejas de aprovechar cada momento de sorpresa, novedad y crecimiento que te ofrece tu estado como foráneo. Y si regreses a casa, vas a terminar haciendo una lista de “hubieras” interminables. Hubiera ido aquí o allá, hubiera hecho esto o aquello, hubiera aprendido cuando se presentó la oportunidad, hubiera conocido a tal o cual persona, hubiera… hubiera…

Foráneo! Olvídate de tu país a por el tiempo que estés allá, porque aun si decides quedarte a vivir fuera de tu país natal, tus raíces seguirán allí y tendrás familia y amigos allí, así que tarde o temprano vas a volver. Al fin y al cabo el país que te vio nacer seguirá allí y no se va a ningún lado, y te estará esperando con los brazos abiertos para cuando decidas regresar. Foráneo! Despierta ya! Sumérgete por completo en la experiencia internacional, empápate de la cultura, rodéate de gente local, arriésgate a experimentar cosas nuevas. No te limites.



 
 
Lisa Athos

 

martes, 30 de septiembre de 2014

Quien Soy Yo?


“Muchos son los buenos, si se da crédito a los testigos; pocos, si se toma declaración a su conciencia.” – Francisco de Quevedo.


He estado posponiendo la presente entrada por bastante tiempo ya, y creo que es justo y necesario subirla hoy. Pedí como reto a algunos escogidos incautos, que me dieran el título de una entrada y sobre eso escribiría. El buen Myke fue el ganador (y único participante), así que heme aquí: “Quien soy yo?”.

Pero no abandonen este post, les prometo que no voy a escribir sobre mí.




Cuando vi el tema sugerido lo primerito que se me vino a la mente fue la canción “Who am I” (Quien soy yo) del personaje de Jean Valjean en el musical de Los Miserables.  Mi parte favorita de la obra escrita de Los Miserables, es precisamente aquella en la que Valjean lucha con su conciencia (Cap. 3 del Libro 7) para decidir si condenar a un hombre injustamente para salvarse a sí mismo o no.

 Y por esto hoy quiero escribir y resaltar en esta entrada lo siguiente:

La consciencia juega un papel importante en la historia de cada uno de nosotros.

Considero que nuestra conciencia define en gran manera el “Quien Soy Yo” de cada uno de nosotros. Y de aquí te hago dos preguntas. Que tan seguido haces caso omiso a tu conciencia? Te has puesto alguna vez a pensar si tu conciencia está entrenada o atrofiada? No hablo del estado de conciencia mental discutida en el ámbito psicológico, sino de aquella “voz” que te da el sentido del bien y el mal, aquella voz que te da la habilidad de ver hacia atrás y juzgar tu propia conducta moral, aquella voz que te excusa o te acusa.





El ser humano, aun cuando no ha recibido ningún tipo educación religiosa o moral, tiene una habilidad innata de distinguir lo correcto de lo incorrecto. Es la consciencia la que nos provee una guía o nos advierte cautela en la toma de decisiones. Sin embargo, es como un instrumento musical que requiere ser afinado con el tiempo, ya que elementos externos pueden afectarla. La conciencia puede ser influenciada por nuestra crianza, costumbres locales, creencias y el ambiente que nos rodea. Pero creo que aun así depende en gran manera de uno mismo el que permitamos que nuestra conciencia se vuelva una membrana permeable o impermeable.

Teniendo lo anterior en mente, me pregunto qué tan poderosa o importante puede resultar la conciencia.

Hace 75 años, fue el inicio de la II Guerra Mundial. En la escuela nos enseñan el cómo y cuándo del inicio y final de esta guerra, los participantes, algunas batallas, el número de pérdidas humanas, y se hace referencia al Holocausto Nazi como simple parte del conflicto. Así como aprendes sobre la Revolución Francesa, o sobre la Inquisición, aprendes sobre la II Guerra Mundial, como un dato histórico más que agregar a nuestros conocimientos académicos.

Creo que la educación determina el desarrollo del ser humano en todo aspecto. Me disculparan si mi siguiente comentario suena idealista pero si nuestra educación fuera, aunque sea una pequeña parte, dedicada a la “concientización”, este planeta, nuestro país, nuestra ciudad, sería un mejor lugar para vivir. Nuestra sociedad podría ser considerada como “civilizada” ahora si con todo el sentido de la palabra. 

Últimamente está de moda la “concientización ambiental”, y ahora muchos de nosotros la pensamos dos veces antes de tirar basura en la calle, o ya hacemos lo necesario para separar nuestros desperdicios y reciclar, o evitamos usar bolsas de plástico para el mandado, o compramos productos “eco-amigables”, así mismo deberíamos poner de moda la “concientización para el respeto al prójimo”. Y no digo “amor al prójimo” porque cuando hablamos de “amor” habrá quienes digan que no puedes amar a un desconocido. Si bien difiero en lo anterior, creo que “respeto al prójimo” sería lo mínimo que podemos ofrecer como seres humanos.

Pero para ofrecer este respeto o amor al prójimo necesitamos CONCIENCIA de lo que esto significa. Volviendo al ejemplo de la II Guerra Mundial, si en la escuela no solamente aprendiéramos sobre los hechos y datos numéricos del evento, sino también aprendiéramos sobre el efecto de la guerra en el ser humano, y entrenáramos nuestra conciencia en base a la piedad, la bondad y la misericordia, entenderíamos que no habría guerras sin adeptos. Si algún loco como Hitler surgiera en nuestra nación o en cualquier otra, nadie lo seguiría si estuviéramos versados en los valores universales y pusiéramos el respeto o amor al prójimo en primer lugar. Sin seguidores no hay Poder. Pero este es solo un ideal a considerar, una utopía que menciono con el propósito de dar preponderancia a la Buena Conciencia.

A nivel personal, es fundamental que prestemos atención a nuestra conciencia, si queremos que esta nos ayude. Es tan importante como cuando hacemos caso inmediato al momento en que se prende la luz del combustible de nuestro automóvil. Puede que sigamos andando un rato con la luz, pero sabemos que si no ponemos combustible el auto dejara de funcionar.  De igual manera, nuestra conciencia, nuestra voz interior, puede advertirnos de que cierto comportamiento es malo o puede guiarnos hacia la mejor decisión. Prestarle atención no solo nos libra de las malas consecuencias de la acción impropia, sino que también permite que nuestra conciencia siga funcionando como es debido.




Y aquí voy con otra comparación, ya saben que me encantan las analogías.  Qué pasaría si pasáramos por alto las advertencias que nos da la conciencia? Sería como cuando traes unos zapatos apretados, te calan y lastiman en un principio, pero si continuas usándolos a pesar de la molestia, la parte lastimada se convierte en callo y esa piel se insensibiliza. La insensibilidad de la nuestra conciencia es la consecuencia de reprimirla. La conciencia que ha quedado así de endurecida ya no reacciona ante alguna amenaza a nuestra moralidad, ni funciona como una dirección certera para tomar un camino que tiene rutas alternas. 

Recapitulando: Una buena conciencia exige de “esfuerzo y dedicación” constante. Para que esta sea una guía confiable, hay que educarla debidamente, de modo que distinga lo bueno de lo malo. Además, es preciso escucharla y responder a su dirección. Porque finalmente eso es lo que somos, la calidad de nuestra conciencia.




Yo soy mi conciencia. Y tú?




Lisa Athos

miércoles, 30 de abril de 2014

No por mucho madrugar...



Los viajes son mi pasión. Sea que viaje del norte al sur de la ciudad o a miles de kilómetros de ella, mi corazón se encuentra en un estado de plenitud cuando lo hago. Pero de eso no les voy a hablar hoy, solo lo explico para después en otro post retomar el tema, ya que considero que lo que les voy a platicar está directamente ligado. Hoy quisiera abordar el tema de “la edad y sus estereotipos ”. Y para esto les voy a contar una anécdota.

La primera vez que abordé un avión fue a la edad de 8 años. Viajé desde Monterrey a la ciudad de Los Ángeles acompañada solamente por mis abuelos con el fin de visitar familia que tenemos allá. La simple idea de subirme en un avión y de poder ir a la tierra de Mickey Mouse y Pelicu-Hollywood me entusiasmaba tanto que sobrepasaba el mínimo miedo que tenía a viajar sin mis papás y por más de un mes con mis abuelos que no hablaban ni una pizca de inglés. Hay quienes criticaron a mis padres por permitir que mis abuelos en aquel entonces a sus 70 y tantos años de edad viajaran solos sin ayuda con una niña de 8 años como guía. Supongo que fue ese entonces la primera vez que mis padres mi brindaron ese cachito de independencia y confianza que llegó a marcar de distintas maneras mis decisiones en los próximos años. Pero no divaguemos.

Ese viaje fue una aventura tanto para mí como para mis abuelos. Por un lado el tener la “responsabilidad” de ayudar a mis abuelos a llegar a Los Ángeles sin contratiempo no fue una tarea fácil, pero sí muy emocionante. Por su parte mis abuelos aprendieron a disfrutar de una rutina diferente. Aquí en México salían muy poco de viaje, y cuando lo hacían normalmente era para ir a la playa. Sin embargo al llegar a LA, quedaron maravillados de la ciudad y sus edificios (aquí en mi ciudad el edificio más grande no pasa de los 10 pisos). Recuerdo la expresión de asombro y felicidad que irradiaba en los ojos de mis abuelos cuando llegamos a Disneyland, estaban más emocionados ellos que yo. Nunca en su vida se habían subido a un juego mecánico y se divirtieron conmigo como dos niños más, olvidándose de sus achaques y pesares por completo. Mi abuelo que es muy quisquilloso con la comida se aventuró a terminarse una de las hamburguesas gigantes que venden en Universal Studios. Mi abuela disfrutaba de los algodones de azúcar como si desafiara la diabetes.

Y como estos recuerdos, hay muchos más de ese viaje que me enseño algo elemental: la edad es meramente una cifra para determinar el tiempo que llevas de vida en la tierra, y.

En el momento en que alguien decide para sí mismo o para alguien más que una determinada acción no puede hacerse o pensarse con motivo de la edad, cae en una de las mentiras más sustentadas y creídas del mundo. A veces subestimamos la capacidad de aprendizaje  y adaptabilidad de los pequeños y a veces no damos crédito a la vitalidad y claridad de mente de los mayores.
 

 
Tenemos ya grabado en nuestra mente un camino de vida, como si fuera un diagrama de flujo controlado por la edad.

Tienes menos de 20 años?
Si -> Aun no puedes casarte.
No -> Tienes menos de 25 años?
Si ->  Estas en edad de hacer todos tus sueños realidad.
No ->  Tienes menos de 30 años?
Si -> Ya no es tiempo para sueños guajiros, es tiempo para sentar cabeza porque ya estás en “edad de merecer”.
No->  Tienes menos de 35 años?
Si ->  Es  tiempo de endeudarte con casa, coche, hijos, y últimas tecnologías.
No ->  Tienes menos de 40 años?
Si ->  Hay que trabajar arduamente sacrificando todo para empezar a ahorrar para tu future y el de tus hijos.
No ->  Tienes menos de 50 años?
Si ->  Tienes que cuidar tu alimentación, no vaya a ser que te de colesterol y/o diabetes.
No ->  Tienes menos de 60 años?
Si ->  Empieza a atosigar a tus hijos para que se casen, te den nietos y sigan tu ciclo de vida.
No -> Tienes menos de 70 años?
Si -> Ahora es cuando puedes darte el lujo de viajar, pero no te vayas muy lejos… ya no estás en edad para esos trotes.
No ->  Tienes menos de 80 años? 
Si -> Ya debes tener cotizados y programados los servicios funerarios, no hay que ser una carga para tus hijos.
No -> Tienes menos de 90 años?
Si ->  Debes requerir alguien que este al pendiente de ti, porque ya no te puedes valer por ti mismo.
No -> Tienes menos de 100 años?
Si -> Ya deberías estar muerto, robas oxígeno a la gente que tiene toda una vida por delante.
 
De verdad? Es esto lo que esperamos de nuestra vida?! CAMAAAN!

Y que si quiero viajar a los 30 y tantos?  Y que si quiero ser bailarina de salsa a los 80 y tantos? Y que si quiero aprender a tocar violín a los 2 años? Y que si a los 13 quiero ir a la universidad? Y que si a los 20 ya quiero casarme y tener hijos? Y que si a los 90 y tantos quiero empezar un negocio? Si algo he aprendido en estos últimos años es que nunca se es demasiado joven o demasiado viejo para hacer lo que quieres. Lo cual no digo que signifique que puedas postergar infinitamente algunas cosas o que puedas comerte el mundo antes de los 20. No, solo digo que no hay que limitarse por las ataduras que entregamos inconscientemente a nuestra edad.

Dicen por ahí que “al que madruga Dios le ayuda”, pero a mí me va más el “no por mucho madrugar amanece más temprano”. A veces apresuramos algunas decisiones por miedo a que “se pase el tiempo”,  pero las decisiones deberían ser tomadas en base a criterios independientes de la edad o el tiempo.  Por ejemplo: Digamos que están pensando casarse.  Lo último en que deberíamos pensar para tomar la decisión de hacerlo o no,  es si ya estoy en “edad de merecer” o si “se me va a pasar el tren”. Y estoy segura que muchos toman la decisión de casarse presionados por ese estereotipo de la edad. En lugar de eso, podríamos ponernos a pensar si estamos preparados para lo que conlleva la relación con una persona en el matrimonio, y si aún no estamos al cien por ciento preparados, preguntarnos si estamos dispuestos a aprender y luchar para lograrlo. O también está el caso en que se llegue a creer que se es aún muy joven para hacer esto o aquello.  Hay muchas cosas que se ponen en la balanza para tomar cualquier decisión, pero la edad no debería ser una de ellas.

Sin embargo, considero también que tiene algo de cierto el dicho que dice: “camarón que se duerme, se lo lleva la corriente”. Si bien nuestra edad no debería dictar o controlar lo que hacemos en la vida, tampoco podemos sentarnos en nuestro “lecho de rosas” y dejar que la vida pase.

Y ustedes? Creen que la edad indica lo que podemos o no hacer?

Espero leerlos pronto.

Lisa A.

domingo, 30 de marzo de 2014

No demores la felicidad



Don’t let others dictate your life or influence what you know in your heart is the right decision. I know it’s not easy to ignore such negative reactions, but you must push forward. (No permitas que otros dicten tu vida o sean influencia sobre lo que sabes en tu corazón que es la decisión correcta. Yo sé que no es fácil ignorar esas reacciones negativas, pero debes empujar hacia adelante)

Hace unos meses me topé con el blog de este Nómada Feliz, me intrigo tanto su historia que me puse a leer sus entradas desde sus inicios en el 2009 hasta los más recientes del presente año. A mitad de mi lectura bloguera, me dieron las ganas de déjalo todo e irme a viajar por el mundo. No sé si fue la emoción del momento, o si mi corazón muy en el fondo busca esa aventura que muchos llamarían “guajira”. Me dio gusto saber que había gente allá afuera que tiene esa filosofía de vida.  Y bueno, reflexionando sobre lo leído llegué a algunas conclusiones con respecto a la felicidad:

La felicidad está en el ojo del espectador. A veces juzgamos con tal facilidad las decisiones que otras personas han tomado en su vida e incluso cuestionamos su nivel de felicidad. Si bien, el juzgar es parte del ser humano, a veces lo hacemos inconscientemente a partir de nuestras propias ideas de la felicidad. Entonces supongo que tiene sentido, el que tengamos la tendencia a basar nuestro conocimiento de la felicidad de acuerdo a nuestras propias experiencias. Sin embargo, en la vida todos hemos escogido un cierto camino que nos lleva a tener distintas experiencias.

Esta el "camino común" que la sociedad , nuestras familias o nuestras culturas fuerzan en nuestros cerebros. Todos estamos "programados" para ser de cierta manera y para llevar una cierta vida. El más valiente de nosotros es aquel que decide tomar el camino que mejor se adapte a sí mismo sin importar el “qué dirán”.  Este camino puede no ser el más original del mundo, en cuanto a caminos van, puede no ser el más aventurado, pero es NUESTRO camino a tomar, NUESTRA vida a experimentar.

Puede que demos a la gente consejos o críticas con respecto a su vida basándonos en nuestros propios ideales, mientras que rara vez tomamos en cuenta la perspectiva de la otra persona. La próxima vez que escuchemos a alguien hablando de su vida y nos cuente de lo felices que son, hay que tener en cuenta su perspectiva de la vida y lo que hace que esa persona sea feliz. No nos apresuremos a juzgar. Tengamos la mente abierta a la diversidad de pensamiento. Quien eres tú, para decirle a alguien que su forma de vida no es la adecuada? Quien eres tú, para creer que solamente tus ideas son las correctas? No hablo de limitar la libertad de expresión, finalmente cada quien puede decir lo que se le pegue la gana; pero una cosa es expresar nuestras ideas civilizadamente y otra cosa es querer imponerlas.“Success is living in active pursuit of what you truly want in life, not what others want for you.” (Exito es vivir en la busqueda activa de lo que verdaderamente quieres en la vida, no lo que otros quieren para ti)



La felicidad es algo que no se puede encontrar, se crea dentro de nosotros mismo. El error más grande que he observado en la gente es la creencia de que un bien material hará su vida feliz, e irónicamente ponen su "ser feliz" a un lado hasta que lo adquieren. Peor aún, podemos caer en el “horror” de poner requisitos generales al “ser feliz” impuestos por los ideales y las inseguridades que hemos adquirido a lo largo de nuestras vidas. Nos decimos a nosotros mismos: "Voy a ser feliz una vez que tenga ese nuevo trabajo, marido, hijos, carrera, cuerpo ideal ... "  Esta bien ponerse metas. Pero, ¿qué pasa mientras tanto?

Rebeca una vez me hizo una pregunta que en primer instancia me causo molestia, pero que meditando al respecto tenía de por medio una clara verdad: "Quieres hacer esto o aquello, de acuerdo. Qué es lo que te de tiene?" Nosotros mismos truncamos nuestro avance, saboteamos el camino que sabemos nos hará felices. 

La vida es demasiado corta como para retrasar el “ser feliz”. No es necesario llevar una vida emocionante de lunes a viernes, tampoco derrochar positivismo y motivación sin cesar. Hagamos las cosas que nos hacen felices a diario, podría ser algo tan simple como escribir, o escuchar una canción favorita y cantar a todo pulmón, o disfrutar de una buena taza de café aunque sean las 6pm. Hagamos lo que nos hace felices y no lo que se espera que nos haga felices.

No demoremos la felicidad, porque la vida se pondrá al día con nosotros cuando menos te lo esperes y habrá pasado tan rápido como un abrir y cerrar de ojos.


That’s being smart, that’s being courageous, that’s making the absolute most out of your short time on this planet. (Eso es ser listos, eso es ser valerosos, eso es hacer lo máximo de tu corto tiempo en este planeta) -Derek (@wanderingearl)

Lisa A.

lunes, 24 de marzo de 2014

Quién?


Hola.

Soy Rebecca, de la que los otros dos hablan en algunas de sus entradas; y por fin, me doy el tiempo de escribir aquí. Hay mucho y a la vez tan poco de lo que he estado pensando compartir con ustedes, como Lisa explicó estoy viviendo fuera de mi país y ha sido una experiencia loquísima en todos los sentidos.

Me detienen de escribir aquí la falta de organización en mis tiempos, la falta de inspiración, la poca experiencia en blogs y, lo acepto, el miedo a que nadie me lea. Pero si alguien me lee y además le sirven de algo mis palabras, por favor hágamelo saber para no renunciar.

Y pues tal parece que mis amigos que tanto se rehúsan a caer en los brazos del amor, están muy en ánimos de escribir acerca del mismo todo el tiempo. Por eso, me dedico a seguir con éste tan largo, profundo y escandaloso tema.

Ayer escuche un mensaje sobre cómo nuestras decisiones actuales afectan vidas, muchas vidas. Por pequeñas que parecen ser algunas de éstas decisiones, terminarán afectando a las generaciones que vienen después de nosotros. Porque al final de cuentas, muchas cosas que vivimos y experimentamos en nuestra vida fueron resultado de las decisiones, buenas o malas, que nuestros padres y abuelos tomaron un día.

Todos los días tomamos tantas decisiones, desde decidir si te levantas al escuchar tu alarma o la apagas y sigues durmiendo cinco minutos más (que, la verdad, nunca son sólo cinco minutos), me baño o no me baño, qué pantalones me pongo, qué zapatos, me peino o no me peino. Qué voy a desayunar, o mejor no desayuno. Café o té. Y esas decisiones definen muchas veces el curso del día que apenas vas comenzando.



Pero hay otras decisiones que no sólo afectan un día, afectan el resto de tus días. Cómo, cuándo, dónde, quién, qué, porqué… y la lista sigue y sigue.

Y unas de las más importantes resulta ser: Quién?

Si, quién.

¡La pregunta del millón!

Quién te rodea? Quiénes son tus amigos? Con quién pasas la mayor parte del tiempo? En quién confías? Y con quién haces tu vida todos los días?

Nunca subestimes lo importante que es rodearte de buena compañía. Rodéate de personas que te retan, te hacen crecer, te animan, te apoyan, creen en ti, te confrontan en tus errores y te hacen crecer; de los que pueden ser un refugio en tiempos complicados, que cuando te caes te levantan y que te aman igual cuando estás por los suelos y cuando estás en la cima del éxito. Y, por favor, aléjate de aquellos que te absorben, te hacen menos, te arrastran a lo peor y te animan a seguir en fracaso.

No se trata de encerrarte en una burbuja de buenas y perfectas personas, pero escoge bien a tus más cercanos, a tus íntimos, a los que llenan tu vida de lo bueno. Dicen por ahí que uno termina siendo como las cinco personas con las que más tiempo pasa. Porque las actitudes, pensamientos, gustos, sueños, modales y hábitos se contagian quieras o no.

Y en el quién, esta el gran QUIÉN

Con quién vas a pasar el resto de tus días? Quién va a ser la primer persona que veas al despertar y la última antes de dormir? Quién va a estar ahí celebrando tus victorias y confortándote en las derrotas? Quién va a disfrutar contigo tus mejores momentos y a atravesar contigo los más difíciles?

Y la cuestión es que la decisión final está en ti, y para eso dejo algunos puntos que creo vale la pena tomar en cuenta a la hora de decidir quién, seas hombre o mujer:

1.     Encuentra a alguien que te haga reír
La vida a veces se pone muy seria, necesitas a alguien que pueda poner una sonrisa en tu rostro y hasta sacarte una carcajada en esos días que todo parece estar saliendo mal.

2.     Encuentra a alguien con energía.
Nadie quiere pasar el resto de su vida con un holgazán. Encuentra a alguien con energía, con ganas de hacer algo divertido en medio de la rutina diaria en la que fácilmente nos sumergimos; alguien a quien aún después de un largo día de trabajo le queden ganas de pasar un buen rato.

3.     Encuentra a alguien que te atraiga.
No hablo de que busques al típico estereotipo de belleza que Hollywood nos da. La verdad es que todos somos atractivos para alguien. No importa si para el mundo entero es la persona más fea, importa que para ti sea la mas persona más hermosa.

4.     Encuentra a alguien que no busque competir contigo.
Esta sociedad esta llena de competencias, todos quieren ser mejores que el vecino. Y vivir compitiendo con tu pareja es deprimente. Busca a alguien que esté orgulloso de tus logros, que festeje cuando ganes y sea feliz con cada uno de tus éxitos.

Creo que si encuentras a alguien así te espera una vida mucho mejor que el estándar que dicta la sociedad, y si ya lo tienes… no lo dejes ir!