viernes, 24 de julio de 2015

Lo Esencial es Invisible a los Ojos.


Hace un mes vino Papá a visitarme a mi nuevo lugar de residencia y me hizo una pregunta, que después me hizo reflexionar algunas cosas. “Qué es lo que más extrañas de tu país?”. Yo le respondí que mi automóvil era lo que “más falta me hacía”.


En primer instancia parece una respuesta de alguien muy superficial. Habrá quien se pregunte cómo es posible que lo que más me hace falta después de vivir 6 meses fuera de mi país, sea mi auto. La verdad de las cosas, es que si es una respuesta bastante egoísta. Sin embargo, no es la primera vez que estoy lejos de “casa” y definitivamente extraño a mi familia, amigos, la comida y mi entorno conocido. Pero como ya había pasado por un proceso de adaptación a la falta de lo anterior hace años, ya más o menos me se el camino hacia el ajuste de esa parte de mi vida.


Lo que ultimamente mas me molestaba y daba dolores de cabeza es el transporte público. Y vaya que el transporte aquí está decentemente bien planeado y aunque los horarios no son tan puntuales como en Londres, son suficientemente precisos. Pero todos estos meses me la habia pasado lloriqueando porque tengo que viajar 40 minutos a la escuela y 50 minutos al trabajo, porque a veces el camión va muy lleno y no se para, porque el metro a la hora pico apesta, porque no puedo usar tacones, porque esto y porque aquello. Lloriqueo, lloriqueo, lloriqueo.


Me di cuenta que mis emociones estaban dependiendo de poseer algo externo. La falta de mi automóvil me hacía sentir infeliz y desequilibrada.


Y me acordé de la bella frase de El Principito: “Lo esencial es invisible a los ojos”.




Tendemos a crear deseos en lo superficial, lo transitorio, lo trivial; porque olvidamos explorar y descubrir el encanto y la grandiosidad de nuestro mundo interior.


Desde que llegamos a este mundo nos aferramos a aquello que creemos que nos pertenece, que si los juguetes, que si la ropa, que si el cuarto… y conforme crecemos la situación se agrava. Creemos que somos lo que tenemos, un automóvil, ropa de marca, la pareja perfecta, los mejores amigos, un buen puesto en el trabajo, una casa, etc. Y así nos dibujamos esa imagen de que lo que vamos adquiriendo es indispensable, puesto que nos hemos esforzado arduamente para conseguirlo. Y terminamos por caer en el error de que ser felices depende de lo que tengamos o de que nos quiten lo que tenemos.


Pero si mi persona depende de todo aquello a lo que estoy aferrada, qué sucedería si lo perdiera? Dejaría de ser yo? Perdería mi valor? Pasaría a ser nadie? Me perderia a mi misma. Cuando nos desconectamos de nuestro corazón y nos apegamos a lo exterior, olvidamos la inspiración, la libertad y la armonía.


No hace mucho se me daño la memoria de mi cámara donde tenía fotos y vídeos de meses y me invadió la tristeza y el enojo por la impotencia de hacer algo al respecto. Y ahora que veo hacia atrás, entiendo que era solo una superficialidad, algo que va y viene. Me tengo a mi misma, a mis recuerdos y mis experiencias. Y si me aferro a las fotos que perdí, minimizo lo que es realmente importante.


Tengo familiares que no entienden la razón por la cual decidí vivir en otro país. Y me pregunto, porque tengo que vivir en el mismo lugar donde nací? Que me evita querer volar y ser libre para elegir donde vivir? No somos de un lugar exclusivo. Podemos sentirnos “en casa” en cualquier país o ciudad. El mundo es para nosotros! Lo primordial es que nosotros seamos felices y tengamos paz interior en cualquier momento o lugar.


De momento no tengo un automóvil, pero en vez de lloriquear, lo mejor que puedo hacer es sacar provecho de la situación. Me leo un libro, hago una lista de música olvidada, observo a la gente en su día cotidiano, me maravillo del cambio de las estaciones por la ventana y porque no, disfruto del trayecto.


Todo en esta vida es pasajero. Llegamos al mundo sin nada y así mismo nos iremos cuando nos vayamos a la tumba. Nada de lo que poseemos es indispensable, ni siquiera las relaciones humanas. Podemos disfrutar de lo que tenemos en el momento, pero debemos entender que si por alguna razón esto desaparece, la vida continua puesto que estamos en movimiento y que el cambio es certero para todo.


Demos valor a las cosas y a las situaciones, disfrutemos de ellas, pero cerremos el círculo y así cuando dejen de ser parte de nuestras vidas para así recibir con los brazos abiertos a nuevas oportunidades. No dependemos de lo que tenemos. Somos mucho más que eso, porque “lo esencial es invisible a los ojos”.

- Lisa Athos

sábado, 24 de enero de 2015

... Candil de la Calle??





Dicen por ahí, que lo que más detestas de una persona es lo que más niegas en ti mismo. Y no se si afortunada o desafortunadamente me he dado cuenta que ese dicho es verdadero.


Frecuentemente me he quejado de no entender a las personas que dicen una cosa y hacen otra: predican el amor y actúan con desamor, aconsejan el perdón y viven en el rencor, recomiendan la valentía y el valor pero cobardemente se esconden. Y/o bajandolo a términos más entendibles: dentistas con dientes podridos, bariatras obesos, policías corruptos,  psicólogos en prozac, periodistas sin voz, guías religiosos sin espiritualidad, científicos que ocultan el avance tecnológico, etc.
Se acuerdan de la última entrada que escribí? 
Hace poco menos de un mes salí de México a al extranjero y estaré fuera por un par de años. No les cuento los detalles, simplemente digamos que al fin tome la decisión de seguir uno de mis sueños. Bueno, pues recordarán el choro mareador del Mal del Foráneo. Y que creen? A pesar de NO ser mi primer experiencia internacional, no estoy segura que el “Tratamiento” me ayudara a evolucionar y reducir cada uno de los aspectos del “Cuadro Clínico”. Y me temo que me vi muy segura de mi misma cuando quise “compartirles mis consejos” en base a mi experiencia y ahora me veo envuelta en una lucha entre el dejarme llevar por el Mal el Foráneo o pelear hasta lograr salir pero por el único motivo de vergonzosamente reconocer haberlo subestimado.
Siendo sincera este conflicto interno no se ha remitido solamente al Mal del Foráneo. Mis últimas decisiones me han llevado a cuestionarme si “estoy en edad” para andar en estos trotes, a preguntarme si no habría valido la pena “demorar mi felicidad” para hacer lo que todo mundo hace, a “culpar a todos menos a mi” de esta sensación de inseguridad, a querer “cumplir las expectativas” de los demás creyendo que son mejores que las que yo pueda tener de mi misma, a pensar que “amigos van y amigos vienen” y que no debería preocuparme por extrañarlos tanto, a olvidar que para amar “se empieza por uno mismo” y que por mucho que pregunte la gente mi presente “elección de estar soltera” no le incumbe a nadie más que a mi, a esperar que la gente me “entienda” por arte de magia sin hacer uso de la palabra. Notaron el común denominador de lo anterior? Escribo sobre cosas que yo misma no he logrado superar. Digamos que se que la receta para mi pastel es en horno pero insisto en meterlo al microondas.

Oscuridad de tu casa, candil de la calle?

No es fácil predicar con el ejemplo. Y si bien ir por la vida descaradamente diciendo que hacer o qué pensar sin siquiera hacer el intento de eso mismo hacer o pensar puede ser catalogado como hipocresía pura, creo que si hay que cuidar aquello de lo que “nos jactamos” de hacer y o pensar. Si nuestro objetivo es llegar al corazón de alguna persona, o hacerla reflexionar sobre algún punto  la mejor manera de hacerlo es siendo sinceros con lo que “predicamos”. 
Sin embargo, hay que reconocer que ser infalibles es imposible. Y es importante admitir y aceptar que aunque no podemos ser Masters en ningún tema, porque siempre habrá cupo para la imperfección, es factible desear que aquellos que son Masters para otros temas se beneficien de lo que nosotros podamos impartir y aconsejar. Y vaya en conclusión he llegado a entender que nuestras acciones no deben volverse una pantomima, hay que guerrear por ser auténticos y francos con nosotros mismos y con los demás.