Hace un mes vino Papá a visitarme a mi nuevo lugar de residencia y me hizo una pregunta, que después me hizo reflexionar algunas cosas. “Qué es lo que más extrañas de tu país?”. Yo le respondí que mi automóvil era lo que “más falta me hacía”.
En primer instancia parece una respuesta de alguien muy superficial. Habrá quien se pregunte cómo es posible que lo que más me hace falta después de vivir 6 meses fuera de mi país, sea mi auto. La verdad de las cosas, es que si es una respuesta bastante egoísta. Sin embargo, no es la primera vez que estoy lejos de “casa” y definitivamente extraño a mi familia, amigos, la comida y mi entorno conocido. Pero como ya había pasado por un proceso de adaptación a la falta de lo anterior hace años, ya más o menos me se el camino hacia el ajuste de esa parte de mi vida.
Lo que ultimamente mas me molestaba y daba dolores de cabeza es el transporte público. Y vaya que el transporte aquí está decentemente bien planeado y aunque los horarios no son tan puntuales como en Londres, son suficientemente precisos. Pero todos estos meses me la habia pasado lloriqueando porque tengo que viajar 40 minutos a la escuela y 50 minutos al trabajo, porque a veces el camión va muy lleno y no se para, porque el metro a la hora pico apesta, porque no puedo usar tacones, porque esto y porque aquello. Lloriqueo, lloriqueo, lloriqueo.
Me di cuenta que mis emociones estaban dependiendo de poseer algo externo. La falta de mi automóvil me hacía sentir infeliz y desequilibrada.
Y me acordé de la bella frase de El Principito: “Lo esencial es invisible a los ojos”.
Tendemos a crear deseos en lo superficial, lo transitorio, lo trivial; porque olvidamos explorar y descubrir el encanto y la grandiosidad de nuestro mundo interior.
Desde que llegamos a este mundo nos aferramos a aquello que creemos que nos pertenece, que si los juguetes, que si la ropa, que si el cuarto… y conforme crecemos la situación se agrava. Creemos que somos lo que tenemos, un automóvil, ropa de marca, la pareja perfecta, los mejores amigos, un buen puesto en el trabajo, una casa, etc. Y así nos dibujamos esa imagen de que lo que vamos adquiriendo es indispensable, puesto que nos hemos esforzado arduamente para conseguirlo. Y terminamos por caer en el error de que ser felices depende de lo que tengamos o de que nos quiten lo que tenemos.
Pero si mi persona depende de todo aquello a lo que estoy aferrada, qué sucedería si lo perdiera? Dejaría de ser yo? Perdería mi valor? Pasaría a ser nadie? Me perderia a mi misma. Cuando nos desconectamos de nuestro corazón y nos apegamos a lo exterior, olvidamos la inspiración, la libertad y la armonía.
No hace mucho se me daño la memoria de mi cámara donde tenía fotos y vídeos de meses y me invadió la tristeza y el enojo por la impotencia de hacer algo al respecto. Y ahora que veo hacia atrás, entiendo que era solo una superficialidad, algo que va y viene. Me tengo a mi misma, a mis recuerdos y mis experiencias. Y si me aferro a las fotos que perdí, minimizo lo que es realmente importante.
Tengo familiares que no entienden la razón por la cual decidí vivir en otro país. Y me pregunto, porque tengo que vivir en el mismo lugar donde nací? Que me evita querer volar y ser libre para elegir donde vivir? No somos de un lugar exclusivo. Podemos sentirnos “en casa” en cualquier país o ciudad. El mundo es para nosotros! Lo primordial es que nosotros seamos felices y tengamos paz interior en cualquier momento o lugar.
De momento no tengo un automóvil, pero en vez de lloriquear, lo mejor que puedo hacer es sacar provecho de la situación. Me leo un libro, hago una lista de música olvidada, observo a la gente en su día cotidiano, me maravillo del cambio de las estaciones por la ventana y porque no, disfruto del trayecto.
Todo en esta vida es pasajero. Llegamos al mundo sin nada y así mismo nos iremos cuando nos vayamos a la tumba. Nada de lo que poseemos es indispensable, ni siquiera las relaciones humanas. Podemos disfrutar de lo que tenemos en el momento, pero debemos entender que si por alguna razón esto desaparece, la vida continua puesto que estamos en movimiento y que el cambio es certero para todo.
Demos valor a las cosas y a las situaciones, disfrutemos de ellas, pero cerremos el círculo y así cuando dejen de ser parte de nuestras vidas para así recibir con los brazos abiertos a nuevas oportunidades. No dependemos de lo que tenemos. Somos mucho más que eso, porque “lo esencial es invisible a los ojos”.
- Lisa Athos
- Lisa Athos